Dos viajes a Brasil
hans staden
Hans Staden
Fe contra el caos y la barbarie
Por Ricardo P Nunes
À humanidade sempre fascinou saber, querer ver, como se vive em terras alheias e distantes. É como se, desde que o mundo é mundo, precisássemos de um parâmetro para calibrar nossos próprios sucessos e infortúnios. Creio que do mesmo modo que hoje se cogitam infinitas possibilidades de formas de vida nas imensidões do espaço astronômico, desconhecer as próprias medidas da Terra estendia o mundo imaginário da antiguidade em dimensões propícias a toda sorte de maravilhas e monstruosidades. É provável que só com o advento dos impérios, de uma hegemonia sobre vastos territórios continentais, o estreitamento de suas fronteiras, é que fomos chegando ao denominador comum de que constituíamos uma mesma espécie habitante de um espaço contínuo.
La fascinación temeraria por la tierra y los desconocidos
La humanidad siempre ha estado fascinada por saber, por querer ver, cómo vive la gente en tierras lejanas y extranjeras. Es como si, desde el comienzo del mundo, necesitáramos un parámetro para calibrar nuestros propios éxitos y desgracias. Creo que del mismo modo que hoy se contemplan infinitas posibilidades de formas de vida en las inmensidades del espacio astronómico, el desconocimiento de las propias medidas de la Tierra extendió el mundo imaginario de la antigüedad a dimensiones propicias para toda suerte de prodigios y monstruosidades. Pienso que solo con el advenimiento de los imperios, la hegemonía sobre los territorios continentales, el estrechamiento de las fronteras, llegamos al común denominador de que constituíamos una misma especie habitando un espacio continuo.
Las aventuras de los Argonautas, como las de la Eneida, por ejemplo, indican una cosmovisión psicológica aún fantástica; una especie de "ciencia ficción"antes de la letra,para sus contemporáneos. Mientras que, un poco más tarde, en Heródoto o en Séneca la descripción de costumbres bizarras ya empieza a sonar a una especie de relativismo cultural protoantropológico. Al mismo tiempo, encontrar una alternativa a la constricción de este orbe escaso y profano fue lo que redimió entre los hombres a Virgilio, Boecio o Dante. Antes de que los grandes viajes “por mares nunca antes navegados” reavivaran esa antigua fascinación, relegada a la teología o degenerada en entretenimiento, los viajes legendarios de Marco Polo fueron quizás sus últimas secuelas. Incluso con Camões y Magalhães, lo que quedó después fue un plato lleno de hipotéticas utopías y distopías, como las de More y Hobbes.
Esta serie muda de narradores antiguos, reales o ficticios, cuyos traspiés o vanidades dieron lugar al registro de agonías y esplendores, podría constituir un esbozo para una posible bibliografía eso engulliría el relato del náufrago alemán Hans Staden. Pero creo que muy poco del contenido mítico, literario o filosófico de esta bibliografía vale algo más que una referencia verbal o meramente cronológica. Hans Staden vivió y sobrevivió por accidente, por urgencia; tu itinerario compone una especie devía crucisnavegante entre el mercenario y el devoto como su exigua biografía pasada se distancia de sus actos en la voz testimonial de su relato, que asume un tono entre el desnatado y el último agradecimiento. Su estilo es casi el de una confesión. Sus detractores pueden afirmar que su libro fue solo un truco más para su farsa aventurera, pero cuando terminas de leerlo, la sensación es que este formato fue un medio útil para él, pero en contra de su voluntad. Que sus pesadillas, sus caníbales, su destierro, su éxtasis religioso, todo era demasiado visceral para la futilidad de cualquier vanagloria.
Como en la vida, a lo largo de ella, de lo que leemos o nos cuentan, podemos intuir su verdad o falsedad no sólo a través de los acontecimientos o impresiones que nos enlaces de texto Parece que, en la mayoría de los casos, lo que realmente nos convence reside en una especie de metalenguaje, en algo anterior, en una certeza que sólo esperamos comprobar. El relato de Hans Staden, por excéntrico que pueda ser su tema, contiene esta confianza previa e íntima. Detrás de las páginas hay un eco de que hubiera preferido hablarnos en voz alta. Tocado en su genuino fervor por la constante inminencia de la muerte,Dos viajes a Brasil (título póstumo que le atribuyen los sucesivos editores) es también un libelo de esperanza y fe frente a la fatalidad y la barbarie.
(Post scriptum: para desclasificarlo a él y a su historia, los primeros rasgos que los actuales diccionarios biográficos perfilan tras su nombre son “aventurero” y “mercenario”, como si en el siglo XVI, en realidad, tanto como hoy, el individuo fuera totalmente soberano a la hora de elegir sus predilecciones y sus atributos morales o estéticos.Hans Staden se habría reído, para no llorar, ante la autodenominada estética literaria moderna “antropofágica”, pueril juego de palabras infantil, como se suele decir , criado con la abuela Y su testimonio se vuelve incomprensible si pretendemos ignorar sus circunstancias, así como las condiciones de vida de Cunhambebe, su indeciso verdugo Tupinambá, quien una vez le declaró, no sin empatía, sosteniendo una pierna humana chamuscada:iawá esché!*
*En trAducción libre de tupí-guaraní: "¡No soy una persona, soy un animal!"
Cunhambebe: no un hombre, sino un soberbio jaguar
Como na vida, ao longo dela, daquilo que lemos ou que nos contam podemos intuir sua verdade ou falsidade não somente através dos eventos ou impressões que o texto encadeia. Parece que, no mais das vezes, o que de fato nos convence reside numa espécie de metalinguagem, em algo anterior, em uma certeza que apenas esperamos constatar. O relato de Hans Staden, por mais excêntrico que seja seu tema, traz essa prévia e íntima confidência. Por trás das páginas há o eco de que ele teria preferido nos falar à viva voz. Tocado em seu genuíno fervor pela constante iminência da morte, Duas Viagens ao Brasil (título póstumo que lhe atribuíram seus sucessivos editores) é também um libelo de esperança e fé diante da fatalidade e da barbárie.
(Post scriptum: para desclassificá-lo, a ele e a seu relato, os primeiros apanágios que os dicionários biográficos atuais perfilam após seu nome são “aventureiro” e “mercenário”, como se no séc. XVI, aliás, tanto quanto hoje, o indivíduo fosse totalmente soberano para eleger seus atributos morais ou suas predileções estéticas. Hans Staden ter-se-ia rido, para não chorar de lamento, diante da estética literária moderna dita “antropofágica”, um pueril jogo de palavras de, como se diz, adultos mimados por vó. E seu testemunho se torna incompreensível se fingirmos ignorar suas circunstâncias, assim como as condições de vida de Cunhambebe, seu indeciso algoz tupinambá, que lhe respondeu uma vez, não sem empáfia, brandindo uma perna humana chamuscada: iawá esché!*)
*Em tradução livre do tupi-guarani: “não sou gente, sou um bicho!"