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Gabriel García Márquez

Las ordenes del rey

Por Ricardo P Nunes

    Solicitar un comentario a la altura deCien Años de Soledadtal vez nos obliga a recurrir al mismo “realismo fantástico” en el que los críticos lo clasificaron, y queCien añosera un vértice. Como todo pico presupone una pendiente, no me adentraré en ese género; al menos no en su contenido. Pero debo sugerir que esta clasificación es ambigua sólo como concepto didáctico. El dilema bochornoso pero deslumbrante que sentimos al leer, al terminar de leer, la obra del colombiano Gabriel García Márquez tal vez resulte de que hasta entonces no nos habíamos dado cuenta de que, en esencia, el mundo de nuestra experiencia está menos marcado por su objetividad que por lo que inconscientemente traemos en lo íntimo, en lo imaginario, en lo hipotético, o lo que sea. El orden de lo real, en su sentido e instantaneidad, puede ser aprehendido por sus causas y efectos lógicos momentáneos, pero en su totalidad evoca un fundamento o un significado subyacente que sólo puede ser captado por lo que queda de lo emocional e instintivo.

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  Ilustración de Carybé para cena "Los muertos no salen, somos nosotros los que no aguantamos el peso de la conciencia"

    En Macondo, el pueblo donde transcurre la historia de la familia Buendía, esta subjetividad se impone. Es decir, más allá de su trama, lo principal es no acentuar lo queCien añostiene algo de ficticio o fantástico, pero lo que nos inspira de la experiencia de las personas en las que esa dimensión silenciosa y contenida, pero permanente de nuestras vivencias, constituye el mundo primordial, visible y locuaz. Lo fantástico, por tanto, puede ser lo más real y fiel que nos acompañe.

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Inscripción en la puerta de entrada al mundo de Macondo

    Quizá cansado de los halagos, García Márquez admitió alguna vez que nada de lo que allí contaba era inventado, pero recordaba los cuentos que le contaba su abuela en la niñez. El lenguaje al que tuvo que traducir esta mágica experiencia no podía ser menos poderoso. Hay algo allí de um carácter distintivopropicio, pero también visceral y fascinante. La soledad del título bien puede sugerir la soledad en la que experimentamos íntimamente el eco de los acontecimientos de nuestra vida. Y creemos, medio atónitos, que la manifestación del lado fantástico de las cosas es una cuestión de circunstancias; que nada puede reducirse solo a la realidad mientras se vive con la certeza de la muerte.

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García Márquez con el tradicional frac con el que honró sus raíces en el Nobel de Literatura

    En su autobiografía, Gabriel García Márquez relata que su lectura de Kafka, Faulkner y Juan Rulfo, así como su ejercicio del periodismo, le dieron la chispa que habría una manera de contar sus propias historias. Su trabajo antesCien añosparece un boceto preparatorio, igual que el de después era una secuela, y sólo recuperaría el aliento en los años 80, conCrónica de una muerte anunciadaEsAmor en tiempos de cólera. Nada, pues, parece haber sido más determinante en la formación de su genio que su infancia y juventud en el ambiente semisobrenatural de la casa de sus abuelos, su contacto con la gente híbrida de la sierra y con las convulsiones que turbaban el interior. provincias de Colombia, cuyas impresiones y “recuerdos” sabía que nunca podría retratar fielmente sin recurrir a lo fantástico.

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