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El diario de un maquinista

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Serbia/Croacia, 2016

Título original: Dnevnik Masinovodje

Dirección y guión: Milos Radovic.

Reparto: Lazar Ristovski, Petar Korac, Pavle Eric, Mirjana Karanovic, Jasna Djuricic, Mladen Nelevic, Nina Jankovic, Danica Ristovski.

Distribución: A2 Filmes.

Duración: 85 min.

Sencillez y modestia para escapar del molde.

Por Ricardo Pontes Nunes

    Una buena o al menos útil definición de lo que es el cine es quizás una de las más sencillas: una entre muchas maneras, aunque más complejas, de narrar, de mostrar arriba, una historia. Un mero formato o técnica. Un molde. Lo que tampoco ayuda mucho en el intento de referirse menos a su dinámica que a su contenido; además, estos modos, así como las propias historias, pueden ser tan múltiples y diversos como el momento en que se cuentan, las intenciones de quienes las cuentan y las perspectivas de quienes las contemplan.El diario de un maquinista(Serbia/Croatia, 2016), hace aún más palpable esta noción de que el cine puede ser muchas cosas, por mucho que se haya desperdiciado su molde, menos algo susceptible de un concepto unívoco.
    Escrita y dirigida por Milos Radovic, su tema se basa en una estadística fúnebre, el número de víctimas mortales por colisiones de trenes en el interior de Serbia. De ahí, para el testimonio personal de uno de estos viejos maquinistas, Ilyá (Lazar Ristovski), la inculpabilidad que sin embargo lo fataliza y cuya mirada dura tras la austeridad silenciosa marca el tono de buena parte de la narración. A él se une un huérfano que ve la cura de sus desilusiones en el desagradecido trabajo de maquinista. Así, constreñida, la trama se circunscribe a vagones, vías y estaciones desmanteladas en medio de la nada, pero ese pudor es uno de los elementos que dan a laEl diario de un maquinistasu sorprendente capacidad para mostrar un lado sutil de la fatalidad, pero también sus contrapartes.

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Ilya (Lazar Ristovski):  resignación a esperar el último tren

    En un punto luminoso del guión se invierte imperceptiblemente lo que entonces era el miedo al destino de atropellar a alguien, en el momento en que el miedo mismo se convierte en un destino aún más intolerable, y su clímax tiene lugar en una atmósfera desdibujada entre el drama y la comedia. Los chistes cómicos equilibran en la medida exacta lo queEl diario de un maquinistahay algo de ridículo o incluso morboso en ello, pero no llegan a hacer de ello una comedia, como muchos pueden creer, sino que tal vez acentúan lo ridículo de nuestro comportamiento ante la muerte. La muy violenta Guerra de Bosnia, en la década de 1990, puede haber contribuido a cierta frialdad con la que las gentes de esa región empezaron a enfrentarse a la muerte, y eso también se refleja en la forma desencantada en que ven la vida, que, sin quererlo o no, también se ha convertido en un sello distintivo del trabajo del director Milos Radovic. Y los “asesinatos” involuntarios que acechan al maquinista Iliá son quizás una forma instigadora de retratar aquello que nos arrastra en la vida y que somos incapaces de evitar.  















 

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Milos Radovic y Lazar Ristovski en el imparable tren de la vida

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